lunes, 15 de junio de 2009

Estableciendo límites


Una de las tareas más difíciles para los padres es ponerles límites a los hijos. Aunque estamos de acuerdo en la importancia de esta tarea, solemos alternar entre ser demasiado estrictos o excesivamente permisivos. Les presentamos aquí algunas propuestas para establecer límites.




A la hora de poner límites
Capacidad de espera

Los límites son beneficiosos para fortalecer la capacidad de espera de nuestro hijo. Al nacer, el bebé busca que sus pulsiones sean satisfechas de inmediato y los padres respondemos inmediatamente a sus demandas.
A medida que va creciendo la socialización hace que el niño aprenda a esperar. Además, genera sustitutos de los objetos primarios de satisfacción. Así por ejemplo, el chupete es un claro ejemplo de objeto sustituto del pecho materno.
Conforme se va incrementando su capacidad de espera los sustitutos se van haciendo más complejos también. Un niño puede calmarse y esperar cuando le hablamos, le cantamos o le contamos un cuento. Los límites le enseñan a nuestro pequeño a postergar sus deseos. Ello lo prepara para situaciones similares que la vida le deparará.

Tolerancia a la frustración

Resulta imprescindible tener en cuenta que nuestro hijo tiene que aprender que cuando decimos que no, esa decisión es inamovible. La frustración que le generará es inevitable, pero debe acostumbrarse a tolerarla y a convivir con ella porque las normas son precisamente las que le dan seguridad y le enseñan a confiar en un criterio sólido. Si un niño es más fuerte que sus padres no se puede sentir protegido por ellos.
Ante una rabieta o un enojo, podemos distraerlo o contenerlo con un abrazo, pero nunca negar lo que está pasando. Una vez recuperada la tranquilidad, conviene conversar con él acerca de lo que ha sucedido. Esto le permitirá sacar provecho de la experiencia.
Entre la explicación y la rutina

El punto de partida para poner un límite es dar una explicación de por qué lo hacemos. Si nuestro hijo comprende el motivo por el cual estamos poniendo una regla, se sentirá más predispuesto a obedecerla. Esto le ayudará, además, a construir una conciencia interna acerca de qué valores de comportamiento son importantes.
A la hora de dar la explicación, es importante hacerlo en pocas palabras para no distraer a nuestro pequeño con rodeos innecesarios. Bastará decir: “Presta tus juguetes así los demás niños estarán más dispuestos a prestarte los suyos cuando se los pidas”.
Una vez puesto el límite resulta imprescindible ser consecuente. Cada vez que se presente la situación que requiera de la norma es importante volver a marcarla. De este modo no dará lugar a la resistencia o a la negociación y se transformará en un hábito. Mucho más aún si se trata de rutinas familiares como la hora de irse a dormir.

¿Por qué insiste en no obedecer?

Lograr que nuestro hijo aprenda a comportarse es una tarea muy larga. Si insiste en esobedecer siempre conviene analizar, primero, si efectivamente comprende las reglas. Muchas veces nos parece que nos expresamos con claridad pero, en realidad, nuestro pequeño no comprende bien lo que le decimos o cómo lo hacemos.
En segundo lugar puede haber algo que perturbe la paz familiar: nacimiento de un nuevo hijo, inestabilidad laboral, cambio de casa o de escuela, enfermedad o divorcio. Es muy probable que nos esté indicando su malestar frente a la nueva situación.
Por último, desobedecer puede ser una forma de reclamarnos cariño. Si por establecer límites nos mostramos severos e inflexibles, es posible que nuestro pequeño piense que no lo queremos. De allí la importancia de mostrarnos firmes pero afectuosos.

¿Qué hacer con las penitencias y los premios?

Las penitencias deben aplicarse para corregir alguna conducta y pueden consistir en privar al niño con alguna cosa que tenga relación con lo que está haciendo. Por ejemplo: “si te sacas el calzado para jugar en el parque, nos vamos a casa”. Esta privación es conveniente hacerla inmediatamente después del mal comportamiento para que nuestro hijo pueda establecer la asociación de una forma rápida.
Muchos padres utilizan los premios para lograr que sus hijos cumplan con las normas. Es importante tener cuidado con el abuso de esta estrategia. El niño suele acostumbrarse rápidamente a negociar el premio, olvidando que hay un conjunto de normas que debe cumplir porque es bueno para él y para los demás que así lo haga.

Respeto a los adultos

Es indispensable enseñarle a nuestro hijo a respetar a los adultos. Para ello debemos partir de la base que si aprende a respetarnos lo hará con el resto de los adultos. Esta conducta surge del amor y del respeto que le profesemos. No podemos esperar que un niño sea atento y educado con su mamá si ella se dirige a él con malas palabras, con gritos, le dice mentiras o le pega. Recordemos que los pequeños aprenden lo que ven.
No hay que esperar a que crezca para educarlo en el respeto. Se trata de un aprendizaje que comienza cuando nace y se desarrolla durante toda la niñez. Lo más importante es el ejemplo.

Relación entre la familia y la escuela
La responsabilidad de educar a nuestro hijo como persona es fundamental. Esto lo pondrá en inmejorables condiciones para integrarse al mundo y a la cultura con respeto y tolerancia.
Esta tarea no puede delegarse a la escuela. Los padres tenemos el compromiso de marcar las pautas de comportamiento. La escuela el de reforzarlas convenientemente. Cuántas veces hemos escuchado: “en la escuela se comporta como un ángel, en casa es sumamente desobediente”.
La escuela tiene la obligación de pautar; pero no sola. Si una cosa está bien hecha en la escuela, también tiene que serlo en casa. Si en la guardería está sentado cuando come, espera su turno para hablar; en casa hay que valorar ese comportamiento.
La relación entre la familia y la escuela debe ser fluida y complementaria. Si no se valora así, no se conseguirá que el niño adopte unos buenos hábitos y se le crearán verdaderos conflictos de
autoridad.

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