martes, 23 de junio de 2009

Los osos


Los osos tiene un parentesco cercano con los perros, aunque son mucho más grandes y carecen de cola. Por ese motivo, su apariencia puede ser la de un animal dócil, aunque en realidad es todo lo contrario.Son animales peligrosos y agresivos.


Son capaces de matar a personas de un solo zarpazo.Los osos son animales grandes, corpulentos y pesados. Su oído y su vista están menos desarrollados que su olfato. En realidad tiene una cola corta, que rara vez supera los 12 cm.Principalmente son herbívoros, aunque de vez en cuando comen carne.



En el caso del oso polar se produce una excepción ya que su alimentación se basa en focas.La mayoría de osos, exceptuando los osos malayos y los bezudos, se alimentan en el día.



El nacimiento de los osos tiene relación con las estaciones del año en las zonas templadas y árticas, pero no en zonas del trópico.Se trata de una especie promiscua y los dominios de los machos se suelen superponer a los de las hembras.




Utilizan pocos gestos y sonidos para comunicarse. De hecho, los zoólogos todavía no han podido demostrar si las orejas en punta o hacia atrás tienen algún significado propio.


En las especies en las que los osos se juntan en parejas estables, el macho supera en peso a la hembra en un 10-25%, mientras que en especies en las que los osos deben pelear para conseguir varias hembras, los machos pueden pesar entre un 20 y un 100% más. La gestación es corta, aunque parece más larga debido a que la implantación del óvulo fecundado se prolonga en el tiempo.Normalmente tienen entre una y tres crías, que nacen prácticamente desnudas y pesando entre 200 y 700 gramos.Los osos que viven en zonas más frías tienen un período de letargo invernal en el que tienen las crías.


La temperatura de su cuerpo y el pulso no descienden, por lo que no es una hibernación real, pero no comen durante ese tiempo, sobreviven de la grasa acumulada durante el otoño.Al nacer, los cachorros son tan pequeños que no pueden regular la temperatura de su cuerpo. Por eso, nacen y permanecen en la guarida.


jueves, 18 de junio de 2009

El tigre



El tigre es un mamífero, del orden de los carnívoros y que pertenece a la família de los félidos. La cola le mide de 75-91 cm. Pesan alrededor de 290 kilogramos, tienen entre 1-6 cachorros por camada y viven una media de 20 años.








Las crías de tigre son ciegas, pesan de 1 a 3 kilogramos, y nacen con el color característico que los distingue. Los ojos los abren a los 14 días y son amamantadas durante un mes y medio.


Los tigres adultos son los mayores félidos vivientes y son imposible de confundir por su piel rayada de negra, y su otro color, que puede variar desde blanco, hasta amarillo. El tigre, al contrario del león, vive en zonas donde la vegetación es arbustiva, poblada de matorrales y árboles diseminados. Éste puede llegar hasta las verdaderas selvas y junglas, pero prefiere las zonas boscosas salpicadas de claros.



Su alimentación varía desde grandes mamíferos como jabalíes, hasta lagartijas o ranas en épocas de escasez. El tigre caza solo y matan tanto las hembras como los machos.

Aunque parezca difícil sino imposible, aunque vivan en zonas diferentes el tigre y el león, son capaces en cautividad de cruzarse entre ellos, teniendo mezclas híbridas.



Hoy en día quedan solamente 7.000 Tigres. Tres especies de tigres ya desaparecieron:
  • Tigre de Bali
  • Tigre de Java
  • Tigre del Mar Caspio.

lunes, 15 de junio de 2009

Estableciendo límites


Una de las tareas más difíciles para los padres es ponerles límites a los hijos. Aunque estamos de acuerdo en la importancia de esta tarea, solemos alternar entre ser demasiado estrictos o excesivamente permisivos. Les presentamos aquí algunas propuestas para establecer límites.




A la hora de poner límites
Capacidad de espera

Los límites son beneficiosos para fortalecer la capacidad de espera de nuestro hijo. Al nacer, el bebé busca que sus pulsiones sean satisfechas de inmediato y los padres respondemos inmediatamente a sus demandas.
A medida que va creciendo la socialización hace que el niño aprenda a esperar. Además, genera sustitutos de los objetos primarios de satisfacción. Así por ejemplo, el chupete es un claro ejemplo de objeto sustituto del pecho materno.
Conforme se va incrementando su capacidad de espera los sustitutos se van haciendo más complejos también. Un niño puede calmarse y esperar cuando le hablamos, le cantamos o le contamos un cuento. Los límites le enseñan a nuestro pequeño a postergar sus deseos. Ello lo prepara para situaciones similares que la vida le deparará.

Tolerancia a la frustración

Resulta imprescindible tener en cuenta que nuestro hijo tiene que aprender que cuando decimos que no, esa decisión es inamovible. La frustración que le generará es inevitable, pero debe acostumbrarse a tolerarla y a convivir con ella porque las normas son precisamente las que le dan seguridad y le enseñan a confiar en un criterio sólido. Si un niño es más fuerte que sus padres no se puede sentir protegido por ellos.
Ante una rabieta o un enojo, podemos distraerlo o contenerlo con un abrazo, pero nunca negar lo que está pasando. Una vez recuperada la tranquilidad, conviene conversar con él acerca de lo que ha sucedido. Esto le permitirá sacar provecho de la experiencia.
Entre la explicación y la rutina

El punto de partida para poner un límite es dar una explicación de por qué lo hacemos. Si nuestro hijo comprende el motivo por el cual estamos poniendo una regla, se sentirá más predispuesto a obedecerla. Esto le ayudará, además, a construir una conciencia interna acerca de qué valores de comportamiento son importantes.
A la hora de dar la explicación, es importante hacerlo en pocas palabras para no distraer a nuestro pequeño con rodeos innecesarios. Bastará decir: “Presta tus juguetes así los demás niños estarán más dispuestos a prestarte los suyos cuando se los pidas”.
Una vez puesto el límite resulta imprescindible ser consecuente. Cada vez que se presente la situación que requiera de la norma es importante volver a marcarla. De este modo no dará lugar a la resistencia o a la negociación y se transformará en un hábito. Mucho más aún si se trata de rutinas familiares como la hora de irse a dormir.

¿Por qué insiste en no obedecer?

Lograr que nuestro hijo aprenda a comportarse es una tarea muy larga. Si insiste en esobedecer siempre conviene analizar, primero, si efectivamente comprende las reglas. Muchas veces nos parece que nos expresamos con claridad pero, en realidad, nuestro pequeño no comprende bien lo que le decimos o cómo lo hacemos.
En segundo lugar puede haber algo que perturbe la paz familiar: nacimiento de un nuevo hijo, inestabilidad laboral, cambio de casa o de escuela, enfermedad o divorcio. Es muy probable que nos esté indicando su malestar frente a la nueva situación.
Por último, desobedecer puede ser una forma de reclamarnos cariño. Si por establecer límites nos mostramos severos e inflexibles, es posible que nuestro pequeño piense que no lo queremos. De allí la importancia de mostrarnos firmes pero afectuosos.

¿Qué hacer con las penitencias y los premios?

Las penitencias deben aplicarse para corregir alguna conducta y pueden consistir en privar al niño con alguna cosa que tenga relación con lo que está haciendo. Por ejemplo: “si te sacas el calzado para jugar en el parque, nos vamos a casa”. Esta privación es conveniente hacerla inmediatamente después del mal comportamiento para que nuestro hijo pueda establecer la asociación de una forma rápida.
Muchos padres utilizan los premios para lograr que sus hijos cumplan con las normas. Es importante tener cuidado con el abuso de esta estrategia. El niño suele acostumbrarse rápidamente a negociar el premio, olvidando que hay un conjunto de normas que debe cumplir porque es bueno para él y para los demás que así lo haga.

Respeto a los adultos

Es indispensable enseñarle a nuestro hijo a respetar a los adultos. Para ello debemos partir de la base que si aprende a respetarnos lo hará con el resto de los adultos. Esta conducta surge del amor y del respeto que le profesemos. No podemos esperar que un niño sea atento y educado con su mamá si ella se dirige a él con malas palabras, con gritos, le dice mentiras o le pega. Recordemos que los pequeños aprenden lo que ven.
No hay que esperar a que crezca para educarlo en el respeto. Se trata de un aprendizaje que comienza cuando nace y se desarrolla durante toda la niñez. Lo más importante es el ejemplo.

Relación entre la familia y la escuela
La responsabilidad de educar a nuestro hijo como persona es fundamental. Esto lo pondrá en inmejorables condiciones para integrarse al mundo y a la cultura con respeto y tolerancia.
Esta tarea no puede delegarse a la escuela. Los padres tenemos el compromiso de marcar las pautas de comportamiento. La escuela el de reforzarlas convenientemente. Cuántas veces hemos escuchado: “en la escuela se comporta como un ángel, en casa es sumamente desobediente”.
La escuela tiene la obligación de pautar; pero no sola. Si una cosa está bien hecha en la escuela, también tiene que serlo en casa. Si en la guardería está sentado cuando come, espera su turno para hablar; en casa hay que valorar ese comportamiento.
La relación entre la familia y la escuela debe ser fluida y complementaria. Si no se valora así, no se conseguirá que el niño adopte unos buenos hábitos y se le crearán verdaderos conflictos de
autoridad.

Inteligencia



¿Mi hijo es inteligente?


Inteligencias múltiples


A pesar de que generalmente se habla de la inteligencia en un sentido singular, muchos especialistas sostienen que debe pensarse en plural. Los seres humanos poseen varios tipos de inteligencia combinadas entre sí: la lingüística, la lógico-matemática, la espacial, la musical, la corporal, la intrapersonal, la interpersonal y la naturalista.
Si bien en cada persona predomina alguna de ellas, las otras acompañan el proceso de
conocimiento. Así por ejemplo, un ingeniero necesita una inteligencia espacial bien desarrollada, pero también precisa de la lógico matemática para realizar cálculos de estructuras, de la interpersonal para presentar sus proyectos frente a un auditorio, de la corporal para conducir su automóvil hasta la obra.
Por otro lado, es importante recordar que se trata de una facultad que se hereda pero, a la vez, depende para desarrollarse del estímulo del medio ambiente, de las experiencias vividas y de la educación recibida.


La función de los padres


De todo esto se desprende la importancia de respetar y estimular el tipo de inteligencia que posee nuestro hijo. También conviene tener en cuenta que del tipo de inteligencia que posea dependerá su estilo de aprendizaje. Por eso es bueno ofrecerle actividades que le ayuden a aprender y a expresarse de la forma que le resulta más natural.
Aun así, el niño necesita estar expuesto a una variedad de experiencias. Saber qué tipo de inteligencia tiene nuestro hijo no significa hacer caso omiso de otras aptitudes y capacidades. Por ejemplo, aunque no demuestre mucha coordinación física ello no significa que no deba realizar deportes. En este caso estaríamos privándolo de los beneficios de las actividades grupales o del contacto con la naturaleza. Asimismo, si su área fuerte no es la lingüística ni la matemática, no quiere decir que no pueda aprender a leer o a sumar. Simplemente significa que cuando utiliza sus aptitudes especiales, le resulta más fácil incorporar conocimientos.
En síntesis, la función de los padres es descubrir las capacidades de sus hijos y estimularlos para que aprendan de la forma más adecuada y sencilla. Para que esto ocurra no hace falta que nos convirtamos en maestros. Podemos hacerlo de un modo divertido, afectuoso y placentero para todos. Es imprescindible recordar que la principal herramienta que poseemos es el juego.


Inteligencia espacial

Se caracteriza por la capacidad de formar un modelo mental del mundo en tres dimensiones. Los niños que poseen esta inteligencia son hábiles para dibujar, hacer manualidades, leer, escribir y tienen un buen sentido de la orientación.
Conviene ofrecerles muchos y variados materiales para que puedan dibujar, escribir, pintar, cortar y armar distintas figuras y objetos. Se trata de proporcionarles elementos simples para que a partir de ellos pueda crear sus propios diseños.
El armado de rompecabezas, desde los más sencillos a los más complejos, siempre es un desafío placentero. Cuando viajamos en automóvil podemos ofrecerles un mapa de ruta o un plano de la ciudad para que vayan siguiendo el camino recorrido. Tratar de salir de un laberinto puede resultar una experiencia de lo más excitante.

Inteligencia lingüística

Se manifiesta en la destreza para hablar, relatar cuentos, escribir, escuchar, usar el humor, recordar información o utilizar el lenguaje de una manera ingeniosa.
Las primeras formas de estimularla es hablándole o contándole cuentos. Conviene, de a poco, hacer más complejas estas actividades. Por ejemplo, tratar de que los cuentos los relate nuestro hijo o que él proponga el tema y lo vayamos armando juntos. Cuando sepa escribir, pedirle que él mismo haga un libro y se lo lea al resto de los integrantes de la familia.
Los juegos de tablero que usan palabras, las cartas, los trabalenguas o los chistes son divertidos recursos para estimular este tipo de capacidad.

Inteligencia lógico-matemática

Desarrolla la habilidad para resolver problemas, para agrupar, clasificar y trabajar con formas geométricas.
Para estimularla podemos proponerle a nuestro hijo que clasifique objetos. Existen tres formas de hacerlo: presentándole un grupo de objetos ya clasificados y pedirle que añada otros, enseñarle otro grupo y sugerirle que saque los objetos que no corresponden a la clasificación o solicitarle que busque objetos en la casa según distintos criterios: color, forma, peso.
Otras actividades se centran en el establecimiento de relaciones de causa-efecto. Para ello podemos mezclar colores, pinchar un globo con un alfiler, dar cuerda a un juguete y observar cómo se mueve o encender un interruptor. Una vez finalizado el experimento es importante que respondamos juntos a la pregunta: ¿por qué crees que sucedió…?

Inteligencia corporal

Se centra en la capacidad de utilizar el propio cuerpo para realizar actividades o resolver problemas. Los niños que poseen este tipo de inteligencia se destacan en las danzas, la interpretación teatral o los deportes.
Para estimularla permitamos que nuestro hijo pruebe distintos tipos de actividades deportivas. Es importante que, al principio, realicemos estas prácticas con él. Por ejemplo, jugar a la pelota, acompañarlo a andar en bicicleta o patines o compartir el aprendizaje de la natación.
La interpretación de cuentos utilizando solamente la danza o la adivinación de títulos de películas a través de mímicas son juegos muy apropiados para estimular este tipo de inteligencia.

Inteligencia musical

Desarrolla la sensibilidad para producir y pensar en términos de ritmos, tonos o timbres de los sonidos. Los niños que poseen este tipo de inteligencia son muy innovadores, con una gran capacidad para expresar y canalizar sus emociones y sentimientos y mucha habilidad para las matemáticas.
Para estimularla es bueno tener música en diferentes áreas de la casa e introducir a nuestro hijo en los sonidos e instrumentos musicales básicos como campanas y tambores. Dejemos que experimente libremente ritmos y tonos. Cantar canciones, conocidas o inventadas por él, ampliará su capacidad sonora, de expresión y de movimiento. En la etapa escolar, motivémoslo para que aprenda a tocar un instrumento musical o tome clases formales de música.

Inteligencia interpersonal

Se centra en la capacidad para ver el punto de vista de la otra persona, escuchar, poder reaccionar acertadamente ante las acciones de otros, formar buenas relaciones, resolver conflictos y desempeñarse como líderes.
Para estimularla es central que, desde pequeño, nuestro hijo interactúe con otros adultos y con otros niños. Cuando sea más grande conviene ofrecerle que participe en actividades grupales y asuma el papel de líder.

Inteligencia intrapersonal

Desarrolla la habilidad de determinar por uno mismo los aspectos fuertes y débiles de la personalidad, de autocomprenderse y de entender la mejor forma de relacionarse con los demás.
Para estimularla es importante dejar que nuestro hijo tome el tiempo necesario para pensar antes de elegir entre opciones y tenga momentos de tranquilidad y reflexión. En la edad escolar escribir un diario íntimo o encontrar proyectos independientes son actividades muy apropiadas.